Es mi más grata oportunidad el dirigirme a usted, en esta epístola, rogándole al señor que guarde su salud y la de su bella familia.
Por medio de la presente, me atrevo a escribirle estas letras, espero sean recibidas por su merced en su más intima estancia. Me disculpo de ante mano por ciertas libertades, que he tomar al expresarme. Le prometo que no es arrogancia mi candidez, pero pienso que es indispensable este derecho, pues de otra manera sería difícil explicar mi angustia.
Querida señora, con todo mi respeto y admiración por su persona, a usted pregunto:
¿Por qué juzga su conciencia, la libertad de la mía?, Si fue su picardía, quien peco primero. Acaso no fueron sus ojos y sus robustos pechos, sus esbeltas piernas, quienes provocan mis letras. ¿Qué es del amor, sino aventura?, ¿Será pasión vulgar los deseos de su mente y su bravura?, ¿de este instante y el otro? me confunde su postura y me pregunto: ¿Cuál es mayor placer, sino el de enamorar y en libertad amar rigurosamente?, ¿Oh se place quien cohíbe, negando su voto, escogiendo no al devoto de placer, pero más bien eligiendo a su rutina? ¿Qué culpa tengo yo, que su cuerpo me desee y su austeridad este atada a otro?, ¿Acaso no es, la consumación de lo deseado, donde reinan los placeres y tu gozo?
Perdone mi osadía, señora mía, pues no es mi intención herir sus sentimientos, justificando mi hombría, cuan responso a sus letras de rechazo. Solo cuestiono sus emociones y no su objeción, no pretendo que en ningún momento piense que es mala educación mi valentía. Pero no soy quien de la vuelta en la batalla, y rendirme a quien en mi cuello pondría su bota. No fue por ser canalla su devoción a mis atributos, cuando le he bañado de ilusión con mis poesías, su belleza admirada y su cuerpo deseado con lujuria.
Oh, señora amada mía, tal vez no moriré, o si por su rechazo y tal vez nunca entienda sus razones. Pero en este momento de emociones, no queda otra cosa que un adiós. Me voy de su alcance, antes de perder mis estribos y ponerme a llorar, como lluvia sobre un río. Por no ser en sus ojos, aquel hombre que alimenta sus placeres, si no el niño caprichoso, que ilusiona, pero no lo suficiente, como para hacerle pecar.
Que juzgue la historia mi tragedia, por lo que amarle pudo ser, dispuesto estaría a dar la vida, y muerte en juicio. Usted obviamente nunca podrá comprender que al infierno iría por su querer. Tal vez su castidad salve mi alma, pero hoy mi corazón está en quiebra, del ardor en tentación en su memoria, pero yo prefiero el lago de fuego y sus pasiones, que un eterno invierno en su frígida moral.
Atentamente,
Quien quiso ser su amante.
Por Rudyard Bonilla ~♥~
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II
Mi más ilustre e ilusionada señora,
No sea mi candidez confundida por fútil formalidad, por en ningún momento es altanería mi intención, ni arrogancia mi salutación. Es mi educación cual refleja en su expresión mi más formal sumisión a su merced. Es en el universo del respeto, pues no puedo dejar de ser quien soy por el derecho de tutear a su persona, aun si fuese mía su figura y su cuerpo el recipiente de mis mas apasionadas atenciones, con mucha más razón veneraría a su merced, como ama y señora de mis sueños, dueña de mis suspiros y el latir de mi corazón, es por eso la razón, escusa y dirección de mi designio. Pues ¿cómo poder ser quien soy para usted, sin ser lo mejor de mí mismo?, el caballero de sus sueños.
De igual manera me conmueve su postura, mas he contado los minutos, sus segundos, los días y sus horas perdido en el ensueño irreversible de su espera, aferrado a mi tormento de esperanzas mustias, maquilladas en la desdicha de un ineludible rechazo. Siendo mi mayor flechazo la misma dicha que ata mi ilusión a la suya, para luego sufrir el fracaso de no ser yo quien acompañe su esbelto regazo. Pues ¿Quién quiere libertad sin un amor correspondido?, ¿Quién podría soportar la amargura de sentir el vació de su ausencia, sin la luz de sus ojos a que prendan mi horizonte?, ¿Quien no deseara inspirarse sobre el destello de su palpitar?
Mi bella señora me doy cuenta de la importancia de su pasado, alegre o triste que haya sido, pues a formado en usted la dama que ahora viste la hermosura que tanto anhelo. Lo cierto es que su dicha ha conmovido mi presente, el mismo deseo ardiente que inquieta las ansias hasta del varón más fuerte. Tal vez sea mi mocedad el riesgo detrimento que incomoda al ego. Tal vez sea mi festejo al presente, el mismo sentido de insolencia hacia un futuro inconsecuente aun muy lejos para verse, o como mínimo ambiguo para ser concreto.
¡Mi corazón pregunta!
¿Qué del amante que no fue, quebrantado en una bendita ilusión de un tal vez, perdido en el ocaso de lo que pudo ser?
¿Que de nuestro amor, ahora ahogado en el lago fúnebre de tu prudencia?
¡Siempre suyo!
Un amante que no fue…
Rudyard Bonilla ~♥
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